domingo, 25 de junio de 2017

COMPAÑEROS EN LA MEMORIA DE UN PUEBLO QUE QUIERE RESURGIR


Por: Fr. José Alexander Abac Escalante
joseabac1989@gmail.com

El pasado 25 de Agosto, tuve la oportunidad de participar en la celebración de una vigilia en honor a algunas de las víctimas del conflicto armado en el país salvadoreño. Pues el Instituto de Medicina Legal de Santa Ana les entregó los restos a los familiares de las personas asesinadas en el caserío Las Canoas, en Santa Ana y en el cantón La Florida, en Texistepeque. Las víctimas fueron asesinadas por elementos del Ejército durante la década de los ochenta, cuando el conflicto estaba en sus inicios.

Fue una jornada marcada por el sentido de recuperar la memoria histórica de estos sucesos que han causado un inmenso dolor en las familias afectadas. Los cuerpos fueron enterrados en una fosa común en el patio de una casa. Posteriormente se realizó la exhumación gracias a la organización comunitaria. Este gesto hace ver la necesidad de las personas de recuperar la memoria histórica de sus familiares. Porque a lo largo de 30 años han experimentado una serie de injusticias de parte de las instituciones del Estado.


La realización de la vigilia  con los restos exhumados de sus familiares y amigos es un signo de esperanza. Posteriormente se les dio cristiana sepultura en un lugar común para rendirles honor.  Es una luz triunfante en medio de tantos momentos oscuros y experiencias dolorosas de parte de los familiares. Recuperar la memoria de estos hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas es de vital importancia para la construcción de una mejor sociedad.


Es válido hacer una conexión de este hecho personal con el aporte de Elizabeth Johnson en su libro “Amigos de Dios y profetas”, específicamente con el tema compañeros en la memoria. En donde, deja claro tres aspectos fundamentales: la memoria subversiva, la narrativa crítica y la solidaridad en la diferencia.

En el primer aspecto se hace énfasis en recuperar el valor subversivo  de la memoria. Recordar a estas personas en esa noche no fue algo así por así. Surgieron una serie de interrogantes entorno a la experiencia de estas personas. No encontraba respuestas, pero al momento de escuchar lo que había sucedido descubría que la memoria de estos niños, niñas, jóvenes, hombres y mujeres que fueron brutalmente asesinados, me hacía ver las consecuencias del odio humano. Al contemplar las 34 cajitas en donde estaban guardados los restos, evocaba en mi interior la lucha de estas personas. Ahora su memoria se tornaba profundamente subversiva, su sangre derramada lanza un profundo grito de justicia.

Conforme fue pasando la celebración algunos familiares compartieron las luchas de estos años y algunas historias de sus familiares. Me llamó la atención cuando  un hermano compartía su memoria de la masacre.  Él tenía un mes de vida. Su mamá huyo con él y sus hermanos a otro cantón un día antes de que ocurrió el suceso. Caía en la cuenta de que él estuviera en una de sus cajitas, pero la historia no fue así. Esto me hacía pensar que la vida de muchas personas fue marcada entorno a este acontecimiento. La narración de estas historias fue penetrando mi propia historia. Especialmente porque dentro de las mismas se fue planteando valores como la lucha, la valentía, la fortaleza, la esperanza y el compañerismo. Sus vidas volvían a resurgir y se hacían actuales.

Lastimosamente pude percatarme que siendo un hecho histórico para el país, se encontraban muy pocos medios de comunicación siguiendo la noticia. Especialmente no estaban presentes las grandes cadenas que cubren gran parte de la población salvadoreña. Esto hace ver que la memoria de estas personas quiere seguir ocultándose o enterrándose. Esto no puede permitirse allí viene una necesidad personal de seguir difundiendo mi experiencia de encuentro y contacto con la memoria de estas personas y que sus vidas dicen mucho para nuestro presente y para la construcción del futuro.

Finalmente puedo decir que lo vivido y experimentado a lo largo de la jornada me impulsa a ser solidario ante esta realidad. En la actualidad, la  violencia sistemática  sigue destruyendo la realidad de tantas familias y comunidades. La enseñanza de la memoria de estas personas invita a no bajar los brazos. Hay que continuar generando signos de vida y esperanza en todos los ambientes sin escatimar esfuerzos. Considero que es un reto hacer vida la solidaridad en medio de esta realidad de indiferencia. En muchas ocasiones tocará caminar contracorriente  para hacer vida los valores del reino de Dios. Los amigos y compañeros de Dios a lo largo de la historia han sido lumbreras que impulsan a una realidad distinta. Que la sangre de estos compañeros y compañeras que fueron asesinados siga motivando en la lucha de una sociedad más justa.




§  [1] Cfr. Johnson, Elizabeth, Amigos de Dios y profetas, traducción d Federico de Carlo Otto,  Herder, Barcelona 2004. Págs. 225-246

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Huellas Franciscanas Cuarta Edición

Viviendo con profunda alegría el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, la Comisión de Formandos presenta la cuarta edición de la revista “...