Si bien es cierto en El Salvador no vivimos en un tiempo de guerra declarada como tal, pero el pueblo sigue sufriendo igual o de una manera más fuerte que en tiempos de guerra, se ve explotado por los empresarios, olvidado por el gobierno, atemorizado y extorsionado por el crimen organizado y las maras, en medio de todo este ambiente de opresión y desesperación el pueblo se pregunta ¿Dónde está Dios?, muchas personas ante esta realidad han entrado en una crisis de fe, inundados por la tecnología y el consumismo, envueltos en un mundo de concreto alejados de la creación, la que en tiempos atrás nos ha recordado la presencia del Creador, esta crisis se hace cada vez más fuerte, aquí es donde la reflexión teológica puede iluminar, y podemos ver que este Dios de los Cristianos, así como en las primeras comunidades cristianas nos acompaña invitándonos a ser solidarios con los demás, a caminar en comunidad y a dar testimonio.
Hoy la Iglesia tiene que resurgir con la voz profética de las décadas pasadas, pero por el contrario se ha acomodado a un estilo de vida que no siempre va en la línea de Jesús de Nazareth, nos hace falta como dice Ronaldo Muñoz en el capítulo seis del libro Dios de los cristianos: "volver la mirada a los Evangelios", en las parroquias se sobrecarga a los agentes de pastoral con la elaboración de proyectos y con reuniones de planificación, pero nos preocupamos muy poco por atender lo que en si es esencial: vivir las bienaventuranzas y construir el reino de Dios.
Hablamos y escribimos mucho sobre cómo atender a los pobres, como atender a los más necesitados, sobre las obras de misericordia, pero no damos el siguiente paso que es el de luchar por los pobres, ponernos del otro lado del yugo y acompañarlos, de ir a las periferias y promover la solidaridad dando de lo que tenemos, mostrar la misericordia siendo misericordiosos, es tiempo que la Iglesia despierte, y atienda la voz del profeta de nuestro tiempo: el papa Francisco, que nos dice: "Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades", de esta manera iniciar el camino de liberación, y posteriormente escribir sobre el paso de Dios en la vida, para que la teología parta de una experiencia vivida y no de sueños que pueden o no ser cumplidos, de la misma manera que fueron escritos los Evangelios que hoy iluminan nuestra vida.
El detalle aquí está en ¿Por dónde empezar?, creo que un punto de partida es iniciar por donde todo empezó: el Antiguo Testamento, en el capítulo 5 del libro ya citado Muñoz nos recuerda que el Dios de los cristianos es un Dios vivo, se revela en la salvación y liberación del pueblo, que hace una alianza, pero a la vez exige fidelidad. En nuestros tiempos hacemos muchas alianzas con Dios, algunos hacen peregrinaciones a los santuarios en busca de algún favor, otras personas van a retiros de los diferentes movimientos como la renovación carismática, encuentros conyugales, camino neocatecumenal, etc. y prometemos a Dios un cambio, a finales de cada año miles de jóvenes realizan el sacramento de la confirmación comprometiéndose a vivir como cristianos, muchos religiosos y religiosas prometemos servir a Dios, pareciera que este proyecto del Reino de Dios estuviera llegando a su plenitud, pero la realidad nos dice todo lo contrario.
Muchos hemos convertido a Dios en un producto y caemos en el "abuso mágico del nombre de Dios" (pp 179), tenemos que redescubrir el nombre de Dios como un verbo: "Ser" y no simplemente como un sustantivo: "Dios". La forma más concreta de dar testimonio del Dios de los cristianos es centrar nuestra fe y nuestras obras a ejemplo de Jesús de Nazareth, que así como hizo una experiencia de vida con sus apóstoles y con el pueblo de su tiempo, él nos invita a caminar al lado de él, dejando actuar en nosotros su acción liberadora y salvífica, para luego transmitirla hacia la creación entera en un acto de amor desde nuestra libertad, trabajando por el Reino de Dios al hacer una opción por los más débiles y desprotegidos de nuestros tiempo.
Fray Byron Antonio Chamann Anléu OFM
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