jueves, 28 de septiembre de 2017

Las fuerzas se rehacen en la mesa


En esta ocasión escribiré sobre el sentido de fraternidad de los hermanos en Haití. Lo haré partiendo del eje experiencial, para concluir con mi propio punto de vista y juicio personal delante tal experiencia.

Recuerdo que cuando llegué a Haití, hermanos de las tres fraternidades, con las que se cuenta en la Fundación, se habían desplazado al aeropuerto para recibirme y hacerme sentir en casa, en familia. Luego de una fraterna bienvenida, envuelta en abrazos, sonrisas, chistes y pequeñas frases, me condujeron hasta la fraternidad Croix des Missions. Ya en la fraternidad, en sintonía con el carisma franciscano, me llevaron directamente al comedor, para hacerme participe de los frutos de la Providencia Divina.

Esta escena se repetirá, cada vez que alguien se acerca a nuestra fraternidad. Es cierto que nuestras fraternidades no poseen los medios suficientes, para ofrecer grandes cosas a quienes se acercan a nuestras puertas, sin embargo, poco a poco he descubierto que lo más importante no es la cantidad que se comparte, es más, aun cuando no haya nada material que compartir, aún nos queda nuestro propio tiempo, nuestra alegría, nuestras sonrisas, nuestra experiencia del Evangelio, en síntesis, nuestra vida. En este sentido, lo importante no es si el café está amargo o dulce, o si sabe a café o a té, sino, el cúmulo de experiencias, que se despiertan en torno a él.

Podría afirmar, que es justamente ese el elipsis de la eterna juventud, a saber, acogernos unos a otros en el espíritu franciscano. Actitud que a veces se tiende a relegar a un segundo plano, a causa de las múltiples ocupaciones que cada uno de nosotros, debe asumir en la realidad concreta de nuestras presencias. Sin embargo y en sintonía con Jesús, podríamos decir como franciscanos: “las preocupaciones las tendremos siempre, pero al hermano con el cual compartimos nuestra vida, no siempre lo tendremos” Mc 14,7.

En conclusión, caminar juntos como hermanos menores, pasa por compartir entre nosotros, desde los pequeños detalles de la vida, hasta aquellos que nos inquietan y nos lanzan a la construcción del Reino. Esto lo podemos afianzar con nuestra propia referencia a  Francisco de Asís; y es que, podemos olvidar lo que dicen sus escritos, pero jamás se borrará de nuestra mente y de nuestro corazón, la imagen del abrazo al leproso, su despojo total ante el obispo, entre otras. En síntesis, al final, quedará en la memoria de nuestros hermanos las experiencias vividas, luchemos para que estas sean un tesoro, en el corazón de quienes nos rodean.


Fray Noé Francisco Montoya Serrano
Noefm1691@gmail.com
Haití, septiembre 2017

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